La historia de la humanidad está marcada por discursos de mujeres que, con coraje y valentía, se animaron a desafiar el status quo y alzar sus voces frente a las desigualdades e injusticias. Algunas de ellas como Emily Davison, Simone de Beauvoir, Frida Kahlo, Marie Curie, han trascendido en los libros de historia. Sin embargo, otras han quedado desdibujadas hasta que escritoras, periodistas e historiadoras se propusieron recuperarlas.

Afortunadamente, hoy contamos con dispositivos que amplifican nuestras voces y que nos permiten llegar a lugares impensados e inspirar a cientos de niñas, adolescentes y mujeres en el mundo. Pienso en los discursos de Emma Watson, Chimamanda Ngozi Adichie, Malala Yousafzai y tantas otras mujeres que han tenido la oportunidad de estar frente a un micrófono para inspirar y concientizar en torno a determinada problemática. 

Discursos emocionantes de mujeres sí que los hay y que los hubo. El espíritu de lucha y la resiliencia femenina me brinda la certeza de que los habrá siempre, pero hoy quiero referirme a los discursos de mujeres que, como vos y como yo, quizás no trascendemos en los libros de historia, pero a través de conversaciones cotidianas también tenemos el potencial de que nuestras voces resuenen en el mundo.

Nuestras voces resuenan en el mundo cuando escuchamos a nuestras hijas, madres, hermanas y amigas desde el amor y la comprensión. Nuestras voces resuenan en el mundo cuando brindamos nuestra opinión en nuestros lugares de trabajo; cuando contagiamos a otras mujeres de entusiasmo por un tema, un trabajo o una actividad. Nuestras voces resuenan en el mundo cuando luchamos por lo que creemos justo; cuando nos vestimos como se nos da la gana. Nuestras voces resuenan en el mundo cuando nos queremos y nos respetamos; cuando decimos que sí, pero también cuando sabemos decir que no.

A todas las voces de mujeres que alguna vez resonaron y resuenan en mi mundo, simplemente gracias por resonar. Las palabras justas, en el momento justo, pueden hacer magia.